Presentación de “Una cita en Arlés” de Mª Luisa Prada
escrito por AVA   
sábado, 19 de mayo de 2007
Mª Luisa Prada estuvo el 10 de mayo de 2007 en Grado, en la Casa de Cultura, invitada por la Asociación Cultural Valentín Andrés para presentar su última novela, “Una cita en Arlés”.


La presentación corrió a cargo de J.Luis Rguez Alberdi, presidente de la AVA
A continuación hubo un pequeño coloquio con ella por parte de algunos de los asistentes, en los que se ahondó en el contenido de esta novela.
La autora dio respuesta a muchos de los interrogantes que se plantearon y que, en ocasiones, dieron lugar a la aparición de nuevos temas que poco a poco se fueron desgranando a lo largo de una hora.

Extracto de la intervención d J.Luis Rguez. Alberdi para presentar la novela “Una cita en Arlés”, de Mª Luisa Prada.

PRESENTACIÓN DE LA NOVELA “ UNA CITA EN ARLÉS”, de Mª Luisa Prada,
a cargo del escritor Xosé Lluis Rguez Alberdi
Grau, 10 de mayo de 2007

Cuando Mª Luisa Prada me llamó hace unos dos meses comunicándonos la próxima aparición de su novela, no me extrañó en absoluto Desde que comenzó su periplo por el mundo de la literatura hace unos años, nos tiene acostumbrados a dejarnos leer una de sus novelas por año. ¡Y ya tocaba!
Como sabéis Mª Luisa Prada, aunque originaria de Mieres, reside desde hace años en Gijón donde conjuga su actividad laboral y familiar con su pasión por el arte de la escritura. Fruto de esto último son las obras literarias que hasta la fecha han ido viendo la luz desde hace relativamente pocos años.
Después de Vivir al sol, Bajo el agua y En el túnel, que también se presentaron , como algunos recordaréis, en este mismo salón, esta trilogía de obras con títulos de tres palabras, le toca hoy ver la luz a Una cita en Arlés, la cuarta novela ( ¡qué casualidad, la cuarta, cuatro palabras!).
En esta ocasión Mª Luisa nos traslada a vivir, desde el presente, un hecho que marcó la vida de muchos asturianos allá por año 1936: la emigración forzada de unos inocentes, de unos niños, a los que sus padres no tuvieron otro remedio que enviar fuera de España en aquellos momentos tan tristes de nuestra historia, y nos adentra en la vida de algunos de ellos, ya ancianos, en la Francia actual, donde lograron, no sin un gran esfuerzo, recomponer felizmente sus vida, aunque siempre añorando aquellos lugares donde nacieron, su tierra..
Hoy aquellos días nos quedan lejos en el tiempo, casi perdidos en la niebla de la historia que aún ahora no está del todo clara, un día sí y otro también se descubren cosas nuevas de aquellos días , de aquellas gentes, a las que la situación política condujo, de modo irreversible a algo que corroe las entrañas de cualquier progenitor: tener que separarse de los seres más queridos, de sus hijos , pequeños e inocentes, que se convirtieron de buenas a primeras en los pagadores de las consecuencias.
Desde la novela podemos acercarnos a muchos pasajes en que se nos cuenta ese sufrimiento, tanto de los padres como de los niños.
¿Quién sabe si, al leerla, y a mí me pasó, también nos abrirá los ojos a otras situaciones de este mundo que nos está tocando vivir, que se mueve estricta y escrupulosamente por los condicionantes económicos de los grandes países, de las grandes multinacionales, que permiten situaciones similares en lugares de nuestro planeta alejados de nosotros, no en el tiempo como los niños de la Guerra, sino en el espacio? No puedo dejar de comparar aquello con lo que hoy sucede en campos de refugiados en Sudán, en Pakistán, en Siria, en…Todos son consecuencias de guerras que el poder económico de las naciones permite, a pesar de que de vez en cuando, cuando se celebra o se acercan esos famosos Día Internacional de…, lo que queráis, entonces consideran suficiente condenar alguno de estos casos y rasgarse las vestiduras ante los hechos.¡Qué más da! Al día siguiente se mudan, se cambian de ropa, y las vestiduras de la víspera fueron a la basura. Los de los campos no tienen a veces ni los harapos de esas vestiduras de la basura para vestir.
Aquellos niños de la guerra española, a pesar de su traslado, de su separación, de sus miedos, con la inocencia a cuestas como único bagaje, son llevados a países donde tuvieron la suerte de haber sido acogidos y aceptados, con mayor o menor reparo, por gente sensibilizada ante los escarnios que se cometían en nuestro país.
Los de los campos de refugiados de hoy no tienen esa suerte: se van de su país huyendo de las bombas, de los tiros, de los asesinatos indiscriminados, de los efectos colaterales de las guerras, para caer en manos de la hambruna, del hacinamiento, de las enfermedades, de la falta de medicinas, del desarraigo, condenados a otra muerte más lenta, pero no por ello menos cruel.

Una cita en Arlés nos transporta a través de sus páginas a las vivencias de esos niños de la guerra, pero también nos hace pensar en la hipocresía de los grandes países de nuestro presente.
Cuando leí Una cita en Arlés, como le puede pasar a cualquiera, por mi mente también pasaron sucesos familiares: uno de ellos, el de mi tío Manolo, hermano de mi madre, que desde los frentes asturianos acabó en el País Vasco, luego en Francia, vuelta a Cataluña y huida a Francia en el 39.
Como a alguno de los protagonistas de la novela, tampoco él pudo regresar nunca, no pudo volver a abrazar a su madre ni a sus hermanos. Murió en el exilio .Sólo queda de él su recuerdo, mientras alguien quede que lo rememore, y una tumba en un gran cementerio de París.
Pues bien…
Mª Luisa ya nos avisa al comienzo: “tanto el desarrollo de la acción como distintas…situaciones son…fruto de su imaginación”, pero “no todos los acontecimientos y personajes de este libro son ficticios.”
Todo empieza cuando en el 2006 desde el Palacio del Elíseo se da la orden de localizar a distintas personas, entre las que se halla el nombre de Manuel Cordero, uno de aquellos niños de la Guerra que desde Ablaña recorrió, con solo diez años, en tren con su hermano Santiago, de tres años, el penoso viaje de aquel exilio forzado y forzoso en que se convirtió para tantos españoles la situación provocada por una revolución militar en nuestro país.
A lo largo de la novela Mª Luisa Prada va desgranando la historia de algunos de estos niños, de su llegada a los campos de refugiados franceses, de su adopción por familias que no dudaron en acogerlos como propios, de la separación obligada de hermanos y familiares, que en el mejor se los casos, sólo pudieron volver a verse después de muchos avatares y de muchos años, de la nostalgia y del recuerdo de otros de los que nunca más se volvieron tener noticia…
No obstante en la novela aún hay sitio para que esos personajes, ya adultos, aunque aún con una dictadura en España, hayan podido visitar en alguna ocasión su tierra, sus familias, o más bien, a lo quedaba de ellas, y se dieran cuenta de que eran años en que se les daba fácilmente la espalda por su condición de “ rojos”.¡Cómo si ellos fuesen los culpables de su marcha! Y a pesar de ello en sus diálogos se siente en ellos el profundo amor y cariño hacia su tierra. “La persona sin un conocimiento de su historia pasada, de sus orígenes y su cultura, es como un árbol sin raíces”. Quién sabe si aún ahora , en estos días, en Asturias no hay muchas personas que no son capaces de entender el párrafo anterior..
Estos “niños de la guerra” son árboles con raíces dobles: la que dejaron en Asturias, y la que se vieron obligados a desarrollar en su país de adopción.

Y en esta serie de escenas, de capítulos, de vidas que se van construyendo poco a poco, de situaciones que se van cerrando según vamos pasando y leyendo las páginas de “Una cita en Arlés”, un misterio, a lo que Mª Luisa nos tiene acostumbrados desde su primera novela..
¿Quién es el misterioso político que, con más de setenta años, se preocupa de buscar a Manuel Cordero? Y aquí Mª Luisa Prada juega en la novela con la hipótesis de que ese político francés, de nombre y apellidos franceses, que ha llegado a la cima del poder en el país vecino, haya sido en realidad uno de los famosos niños de la guerra españoles, adoptado en aquellos años treinta por una familia acaudalada francesa. Esa persona, que bien podría ser Jacques Chirac, después de setenta años, siente que debería dar el paso de acercarse a su familia, algo que hasta el momento, a pesar de saber su origen desde su juventud, no hizo ¿por egoísmo, por miedo, por posición social, por pánico a perder su influencia política,…? Por qué sé yo.
En un país donde aún no hace mucho se podía ser testigo de hechos del tipo que podemos leer en la novela” Caminando por la calle de un pueblecito del sur, se oye la campana tocando a muerto y cuando una persona le pregunta a un francés qué quién ha muerto, le contesta que nadie, que un español”, tal vez no fuese capaz de de sacar a la luz su origen. Es duro oír eso después de años en ese país, pero también nosotros deberíamos pensar si en nuestra sociedad actual, esta que nos rodea, los españoles no estaremos haciendo lo mismo en referencia a los habitantes que hoy conviven cos nosotros procedentes de otros países.

Este personaje, cuando logra contactar con su hermano, lo ha de hacer de modo subrepticio, a escondidas, con disfraces, para que nadie se dé cuenta de ello, furtivamente, como si las relaciones familiares fuesen un segundo plano en su vida personal.
Cuando acabé la novela a mí mente vinieron algunos versos de Carmen Martínez Pérez

Dexáime ser cualesquier cosa,
menos yo.
Dexáime otres tierres, otres músiques,
menos les que siempre cancié,
otros paisaxes, otra xente,
menos los que bien conozo
Dexáime falar cualesquier llingua,
menos la mía.
Dexáime ser tolo que nun debo ser,
lo que nun puedo ser.
Porque puedo elexir,
escueyo lo ayeno.
Escueyo lo ayeno
porque tarrezo lo de mio.
porque a mi mesmu m’ aborrezo,
dexáime ser lo que nun soi.
Dexáime escaecer la mio infancia,
los mios paisaxes,
la mio manera de vivir
y de sentir,
la mio música interior,
porque vivo n’ ayén,
porque soi demasiao cobarde pa defender,
demasiao cobarde p’ aceutar
que yo soi yo.
El títulu de la poesía ye “Canciu del cobarde”, o al menos, esa impresión fue la que dejó dentro de mí el comportamiento de esa persona.
No obstante, yo recomiendo a todos que os acerquéis a la novela, que la leáis, porque estoy seguro que vais disfrutar con ella.
Pero ya está bien, para acabar, porque el autor del libro es Mª Luisa y más nos vale que sea ella quien nos acerque a esos misterios, quiero recordaros que al final se abrirá un coloquio con ella en la que podéis preguntarle todo cuanto consideréis interesante.
Gracias

Modificado el ( sábado, 19 de mayo de 2007 )