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Antología asturiana: Valentín Andrés Alvarez Imprimir E-Mail
escrito por AVA   
lunes, 01 de enero de 2007
J. M. PELAEZ

 

Licenciado en Mecánica Celeste por la Sorbona, doctor en Derecho y Ciencias Políticas y Económicas por Madrid, catedrático de Teoría Económica, interesantísimo autor teatral, colaborador de ‘La Revista de Occidente’, amigo de Lorca y parte de la mejor intelectualidad española del 27, señor del castillo de Dóriga, ensayista, científico, hijo predilecto de Asturias, Honoris Causa de la Universidad de Oviedo...

Don Valentín, desde su nacimiento en Grado el 20 de julio de 1891, hasta su fallecimiento nueve décadas después, fue figura enciclopédica y heterodoxa del mejor pensamiento y sentimiento llariegos.
Y como tal perpetuó un ponderado tránsito del rigor al humor, de la objetualidad a la espiritualidad.

El ya lejano día en que disfruté el honor de ser su invitado bajo las bóvedas góticas del monumental hogar museo, me mostró una pomposa copa de plata, fechada hacia 1920, al tiempo que afirmaba: «He aquí mi mayor y tal vez único mérito, haber logrado el título de mejor bailarín de tangos español».
Un lujo de caballero irrepetible.

Manzana, sidra, chigre
«Aunque según Estrabón los primitivos astures bebían ya sidra, su consumo no debió de generalizarse por toda la región hasta el siglo XVII, según nos dice Jovellanos en este pasaje del Informe en el expediente de la Ley Agraria: «las plantaciones de naranja y limón fueron poco a poco pereciendo en los territorios de Asturias que hasta la mitad del siglo pasado abastecía de estos preciosos frutos a Inglaterra y Francia. Entre tanto las huertas de naranja de Asturias, y aún muchos prados y heredades, se convirtieron en pomaradas por el aumento del consumo y precio de la sidra...».

(...)

«El manzano fue, en el Paraíso, el árbol del bien y del mal y este doble signo lo transmitió a su fruto, que aunque muy apetitoso siempre, la mitología clásica lo destacó como la manzana de la discordia y fue, para nuestra religión, el fruto prohibido que nos hizo perder el Paraíso. Pero la manzana está ya redimida del pecado original, y como veremos en seguida, a la manzana la ha redimido la sidra. El acto de echar bien un vaso, del escanciado con la técnica precisa, tiene su significación y simbolismo. Se echa alta, muy alta, y revuelve en el vaso una niebla dorada; luego ‘espalma’ y de la espuma surge una estrella; y después de bebida y bien paladeada se forja el bebedor un mundo alegre y optimista, a la medida de su gusto, un mundo hecho para su uso particular, pero creado en toda regla por breve evolución cosmológica, que se inicia al revolver la sidra en el vaso: la nebulosa, de la nebulosa la estrella, y de la estrella el mundo; mundo tan lleno de optimismo y de entusiasmo emprendedor que si todos los grandes proyectos imaginados ante una botella de sidra se realizasen, Asturias sería un verdadero Edén y la redención plena del pomar lograda, pues si por la manzana perdimos el Paraíso, por la sidra volveríamos a él».

(...)

«Dos regiones de España, por tener una bebida especial propia del país, han creado dos tipos de establecimiento para su consumo: el ‘chigre’ asturiano para la sidra y el colmado andaluz para la manzanilla. Todo lo que crea un pueblo acusa siempre la naturaleza de la región y el carácter y costumbres de sus habitantes. Así en los colmados se sirven tapas, aunque no se pidan, por que quienes han comido un gazpacho y poco más las reciben siempre bien. Pero... ¿Cómo van a entrar si aquí comemos buenas fabadas?».

(...)

«La manzanilla es una bebida muy uniforme; se produce en una pequeña zona en torno al Puerto de Santa María y, por esto, no hay en ella grandes diferencias de calidad. La sidra, en cambio, se fabrica en pequeños lagares distribuidos por toda la región, con manzanas y mezclas de ellas muy distintas, de donde resulta que no hay dos sidras iguales».

(...)

«Hace muchos años un amigo me llevó en su coche de Madrid a Asturias. Al entrar en la tierrina nos detuvimos en un pueblo a echar gasolina y tomar unos ‘culines’ de sidra. No habían aparecido todavía las gasolineras y el carburante se vendía libremente. Vimos que en dos chigres fronteros se anunciaba: «Hay gasolina», y al decidir en cuál entraríamos un compañero de viaje, buen conocedor de la región, dijo: «La gasolina es ahí la misma que allí y es igual a la de Madrid, Nueva York y Pekín. Pero la sidra de este ‘chigre’ es muy distinta a la de aquél».

Modificado el ( miércoles, 07 de febrero de 2007 )
 
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