Ilustradora Del XVIII volumen de Cuentos Valentín Andrés

“… La memoria dadaísta es apreciable tanto en lo referente a los planteamientos formales, como en la elección y manipulación de los materiales, la desacralización del acontecimiento artístico y del propio artista, pensemos en el título de sus primeras exposiciones individuales: Hasta la cocina (1993) y La memoria en la manos (1995), así como en la construcción consciente, con cierta irreverencia y mucha ironía, de un nombre para el mercado: A.D.A. Cacho Sierra. También son perceptibles las referencias visuales a autores concretos como Klee, Tàpies, Millares o Pollock, éste último, por ejemplo, más que evidente en su serie Mareas; sin embargo, no se renuncia al tema y se opta por una aplicación más delicada de los empastes, eligiendo un formato de reducidas dimensiones.

El propio proceso creativo no consiste entonces en la fabricación de objetos específicos para un mercado saturado, codificado y sumamente competitivo.

El proceso remite a la formación de la propia materia expresiva y se desarrolla o se detiene en función de la vitalidad o de la muerte de la propia representación, y este proceso abierto e inacabado se ofrece a un posible espectador revelando las huellas de la materia desnuda, apenas disfrazada: noticias de prensa, hilos, telas, restos de latas de bebidas, piedras, cintas de máquinas de escribir... el papel, el cartón y, últimamente, el lienzo son el soporte de este mundo visual construido con imágenes densas, informalistas, barrocas (en ocasiones, se utilizan las dos caras del soporte), múltiples y fragmentarias; en el cual las tonalidades de color, obtenidas con materiales orgánicos o con productos químicos ligados a las sociedades industriales como la lejía y el betún, además de los esmaltes, apenas existen como tales, sí, en cambio, como restos o fragmentos contundentes y matéricos de un momento histórico concreto, si bien en apariencia brillante, también oscuro y perecedero.”

Mª Teresa Fernández Fernández, Historiadora del Arte.