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CÁNDIDO PAÑEDA Imprimir E-Mail
escrito por AVA   
martes, 09 de octubre de 2007

Publicado en LA NUEVA ESPAÑA

El martes se clausuró el simposio de homenaje a don Valentín Andrés Álvarez, celebrado en el campus del Cristo bajo la coordinación de una mano invisible. Don Valentín nació en 1891 en Grado y murió el 21 de septiembre de 1982 en la Residencia Sanitaria de Oviedo. Don Valentín estudió Ciencias y Derecho en Oviedo y en Madrid, se convirtió a la economía en París, bailó tangos en París y en Madrid e impulsó cuentas nacionales y creó cuentos universales. Comenzó por la física (en el laboratorio de Blas Cabrera), se perdió irremisiblemente por la metafísica (siempre con Ortega; en sus clases, en sus tertulias, en la «Revista de Occidente») y ofició de cátedro de Economía Política en Oviedo (en la hoy cuatro veces centenaria Facultad de Derecho) y en Madrid, donde fue uno de los primeros profesores de la Facultad de Económicas, la cual inició sus actividades en 1944 con la clase de don Valentín. La Universidad de Oviedo ha sentido a don Valentín como alguien muy suyo: en 1975 dictó la lección inaugural de la nueva Facultad de Económicas, en 1978 lo homenajeó junto con otra de nuestras glorias (el profesor Emilio Alarcos) y en 1979 lo nombró doctor honoris causa. En fin, el que se cumplan ahora 25 años de su muerte es un buen pretexto para recordar a don Valentín. Eso es lo que haré a continuación centrándome en sus investigaciones sobre el comercio exterior. En todo caso, dados los múltiples registros de don Valentín, no sería justo con su «todo» si no intentara relacionar algunas de sus «partes», y eso es lo que intentaré hacer al final: pasaré, por tanto, de la física de las cuentas a la metafísica de los cuentos, vinculando sus hallazgos sobre el comercio exterior con su obra de teatro «Tararí».
l Comercio exterior
La importancia de la investigación de don Valentín Andrés Álvarez relacionada con las estadísticas de comercio exterior de España radica, a mi juicio, en dos aspectos: primero, muestra con claridad los problemas que tienen muchas veces las investigaciones económicas respecto a la fiabilidad de los datos, un aspecto que no siempre se valora adecuadamente y que, en el caso concreto del comercio exterior de España y gracias precisamente al desafío lanzado por don Valentín, ha llevado a la realización de diversos estudios posteriores (Tortella, PradosÉ), dedicados a la revisión de dichos datos; segundo, resalta el elemento político (de poder) que late tras la economía, que, de nuevo, muchas veces no se tiene en cuenta en su justa medida o, lo que todavía es peor, no se tiene en cuenta.

El mejor punto de partida quizá sea la sorpresa que se llevó el ministro de Hacienda Calvo Sotelo en 1928, cuando observó que el valor de la peseta no cuadraba con la balanza de pagos. Intuitivamente, la idea es la siguiente: si una persona gasta más de lo que gana, termina pagando tarde y mal y, finalmente, su imagen se deteriora. Pues bien, a los países que gastan más de lo que ganan les pasa lo mismo: su balanza de pagos entra en déficit y su moneda se deprecia. Sin embargo, no era esto lo que veía Calvo Sotelo: contemplando a dos columnas la cotización de la peseta, de un lado y de otro, la balanza de pagos, podéis observar que con balanza comercial favorable coinciden unos años pesetas altas y otros pesetas bajas. El problema estaba en los datos, y así lo señala don Valentín: «La explicación de este extraño hecho resulta ahora clara: está en que, aun tratándose de datos oficiales todos, se enfrentaban cotizaciones verdaderas con balanzas falsas». Efectivamente, el tipo de cambio era un dato bueno, pero los datos de comercio exterior eran malos, en parte por cuestiones técnicas, pero también por presiones políticas. Y es que los interesados en la protección habían logrado una legislación que les permitía participar en la fijación del «valor arancelario». La razón era clara: si, a efectos arancelarios, se consigue fijar como valor de la mercancía importada uno mayor del real, se está logrando, de hecho, elevar el arancel y, consecuentemente, se está dificultando la importación, con lo que tendrá ventaja la producción nacional. Un ejemplo puede servir para ilustrarlo: si una mercancía vale 100 y hay que pagar un arancel (un impuesto a la importación) del 10 por ciento, el consumidor tendrá que pagar, en principio, 10 de arancel. Si no es posible elevar el arancel (supongamos que del 10 al 20 por ciento) por la existencia de, por ejemplo, acuerdos internacionales que lo impiden, uno siempre puede elevarlo de forma indirecta, elevando artificialmente el «valor arancelario» hasta situarlo en el doble (el 10 por ciento de 200 es 20, con lo que es como si hubiera un arancel del 20 por ciento sobre el valor real del bien, que es 100). En síntesis, los proteccionistas lograron influir en la fijación del «valor arancelario» de las importaciones y, de acuerdo con sus intereses, lo hincharon. Dado que ese «valor arancelario» terminó siendo utilizado como «valor estadístico» (como si fuera el valor real), al final la balanza de pagos de España tenía unos resultados que no eran reales. De ahí que al ministro Calvo Sotelo no le cuadraran las cuentas, aunque sí les cuadraban (y mucho) a los interesados en la protección.
l «Tararí» y comercio exterior

Sin duda, su obra de ficción más celebrada es «Tararí», obra de teatro que sería estrenada en 1929 (el 25 de septiembre, justo el día en el que se clausuró el simposio), en Madrid, en el teatro Lara, pasando después al teatro de la Zarzuela. La obra tiene un gran éxito (más de 150 representaciones sólo en Madrid). El argumento es el siguiente: los locos se apoderan del manicomio y encierran a los loqueros. Las tensiones derivadas de este, por así decirlo, «cambio de guardia» llevan a que se presente en el manicomio un comisario que, lleno de dudas, termina dirigiéndose al supuesto director, el loco don Paco:

COMISARIO: -Pero vamos a ver: ¿es que se han vuelto locos todos? ¿Cuáles son aquí los locos, señor?

DON PACO: -Mire usted: por la mañana eran éstos (señala a los locos); por la tarde, estos otros (señala a los cuerdos).

COMISARIO: -¡Ahora! ¡Yo quiero saber quiénes lo son ahora!

DON PACO: -Pero vamos a ver, ¿con usted no han venido fuerzas?

COMISARIO: -Sí, señor. Ya le he dicho que a la puerta hay gente armada a mis órdenes.

DON PACO: -Entonces no hay más que hablar. Los locos y los cuerdos son los que usted diga.

Veamos ahora otra escena, ésta de la vida real, correspondiente a la forma en la que se fijaba el «valor aduanero» en marzo de 1881:

«Con fecha 15 del actual participan a este centro los señores vocales de la Junta de Aranceles y Valoraciones, que, después de ocho sesiones pasadas en interminable discusión y en las que han dominado una pasión y un encono inconcebibles, fue aprobado el dictamen de la mayoría, dando preferencia a las notas de precios facilitadas por las casas importadoras; en cuya virtud, considerando los expresados vocales inútil su permanencia en la Junta y obedeciendo a un sentimiento de dignidad, habían acordado unánimemente presentar la dimisión de vocales de la indicada Junta de Valoraciones».

La conexión entre su obra de teatro «Tararí» y su investigación sobre comercio exterior es clara: por la mañana los locos eran unos y por la tarde otros, y lo mismo ocurría con el valor arancelario, que empezaba siendo el que fijaban los técnicos y terminaba siendo el que fijaban los proteccionistas. En ambos casos, el determinante en última instancia era la fuerza. La conexión también es clara con el perspectivismo de Ortega, el maestro al que siempre siguió don Valentín, ya desde sus primeras clases de metafísica en Madrid, a las que asiste en 1912, bastantes años antes de escribir «Tararí» y 28 años antes de leer su tesis.
l Crear ambiente

Aunque aquí sólo se han señalado sus aportaciones al comercio exterior, realizó contribuciones notables en otros campos de la economía y, además, fue un «creador de ambiente», ese tipo de científico que pone los medios para que los demás avancen más rápido, haciendo desde recensiones de las novedades que se van publicando (la de «Camino de servidumbre» de Hayek casi le cuesta la cátedra) hasta traducciones de manuales y obras clásicas (los «Principios», de David Ricardo, por ejemplo). Esta labor de creación de ambientes es poco valorada en general, pero es la que explica que si hoy uno quiere acercarse a un autor como don Valentín deba apoyarse en otros creadores de ambiente posteriores, tales como los profesores Juan Velarde (quien nos facilita el acceso a los artículos sobre comercio exterior en su recopilación de «Lecturas de economía española»), Fabián Estapé (quien nos recuerda, en su obra «Textos olvidados», que hay un antecedente desconocido de las tesis de don Valentín, el cónsul del Imperio Alemán en Madrid Arturo Gwinner) y, en otra generación posterior, José Luis García Delgado (quien ha logrado que don Valentín se vinculara de diversas formas con la Universidad de Oviedo y quien se ha empeñado en que esa «vida lograda» no cayera en el olvido, coordinando el libro homenaje «Ciencia social y análisis económico», dirigiendo la tesis doctoral del profesor Alfonso Sánchez Hormigo: «Valentín Andrés Álvarez, un economista del 27», de obligada lectura, y editando trabajos de don Valentín bajo el título «Libertad económica y responsabilidad social»).


Cándido Pañeda es catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Oviedo.
 
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